
El inventor del primer pararrayos fue el norteamericano Benjamin Franklin, científico y político del siglo XVIII.
Su invento consiste en una varilla de unos dos metros de largo colocada en la parte alta de los edificios y unida eléctricamente a tierra por medio de un cable conductor. En caso de producirse la descarga, la chispa es conducida sin peligro a tierra.
En la actualidad, aún se sigue utilizando el invento aunque ha sido bastante
mejorado desde entonces.
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